MEDIO AMBIENTE

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Por medio ambiente se entiende todo lo que rodea a un ser vivo. Acondiciona especialmente a las circunstancias de vida de la persona o de la sociedad en su vida. Comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales que existente en un lugar y en un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones venideras. Es decir, no se trata sólo del espacio en el que se desarrolla la vida, sino también comprende seres vivos, objectos, agua, suelo, aire y las relaciones entre ellos, así como elementos tan intangibles como la cultura. El 5 de junio se celebra el día mundial del medio ambiente.

Muchas de nuestras tierras están situadas a escasos metros del Parque Natural de la Marjal de Pego-Oliva. Debajo de nuestros pies pasa el agua que alimenta este Parque natural declarado el 27 de Diciembre de 1994, es una zona húmeda de 1.250 hectáreas de superficie atravesada por una red de ríos, acequias y canales, que conforman un espacio natural de gran riqueza y productividad, rodeada de montañas, está situado entre las provincias de Valencia y Alicante, entre los términos municipales de Pego y Oliva.

En el interior del propio parque se cultiva arroz desde tiempos inmemorables. Es un cultivo de gran valor debido al hecho de producirse variedades autóctonas del propio parque, en especial “arroz bomba”. En las zonas más altas del parque y en sus alrededores el cultivo predominante es el de la naranja. La excelente calidad del agua permite la existencia de la vegetación subacuática mejor conservada de las humedales españoles, que acoge y sirve de hábitat a una fauna rica y variada, en la que destacan el fumarel cariblanco, el samaruc, la cerceta pardilla y el galápago europeo.

Si desea mayor información, sobre el parque natural Oliva-Pego, donde está ubicada «La Font Salada» aguas medicinales. Clique sobre estos enlaces:

El papel de la cítricultura en la absorción de CO2

El ecosistema creado por la superficie citrícola valenciana absorbe cada año un mínimo de 900.000 toneladas de dióxido de carbono. Tal cifra equivale a las emisiones generadas por el consumo de 300 millones de litros de gasoil, el doble de todo el gasto industrial y urbano anual de gasóleo tipo C (camiones) y de fueloil (calefacción) de toda la Comunidad Valenciana.

Sí perdemos los naranjos, tendremos más contaminación.

Así lo ha puesto de manifiesto el jefe del Departamento de Citricultura del IVIA, Eduardo Primo, en la conferencia ‘La función de la citricultura contra la contaminación atmosférica’ organizada por la Fundación Agricultura y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana (FUVAMA), en la que el prestigioso investigador ha dado a conocer las conclusiones de un exhaustivo estudio realizado por él en esta materia.

El interés y la utilidad despertada por este análisis, encargado por la Conselleria de Agricultura, ha sido tal que ya ha sido expuesto también ante la comisión permanente de las Cortes Generales para el ‘Estudio del Cambio Climático’, que analiza cómo mejorar el grado de cumplimiento del protocolo de Kyoto. Sus aportaciones, además, podrían ser cruciales en el proceso de debate de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC), que entrará en vigor en 2014 y cuyo reparto de fondos se sabe que priorizará a las actividades agrícolas que más y mejor contribuyan a la preservación del medio ambiente. En este sentido, el prestigioso científico ha defendido la necesidad de que la PAC recompense el papel medioambiental, paisajístico y de lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero de determinados cultivos clave, como los cítricos. «Las producciones baratas de los países emergentes han hundido los precios internacionales de nuestras naranjas y mandarinas y el sector necesita ayudas o desaparecerá», explicó el científico en su conferencia.

La agricultura -como destaca el estudio- es capaz de fijar grandes cantidades de CO2 del ambiente. Pero dentro del conjunto de cultivos, los árboles, sobre todo los de hoja perenne, son los que tienen mayor capacidad para capturar estos gases de efecto invernadero. «El potencial de remoción de CO2 de los campos de naranjos -de la biomasa de sus troncos, de las malas hierbas que se producen a su alrededor, de la materia orgánica de las hojas y frutos que se descomponen en el suelo… – es enorme, muy superior por hectárea al de cualquier bosque o producción de secano y convendría poner en valor esta riqueza natural porque es fundamental para la preservación del medio ambiente», concluyó Eduardo Primo.

Agricultura y medio ambiente

La agricultura tiene un gran impacto en el medio ambiente. En los últimos años, algunos aspectos de la agricultura intensiva a nivel industrial han sido cada vez más polémicos. La creciente influencia de las grandes compañías productoras de semillas y productos químicos y las procesadoras de comida, preocupan cada vez más tanto a los agricultores como al público en general. El efecto desastroso sobre el entorno de la agricultura intensiva han causado que varias áreas anteriormente fértiles hayan dejado de serlo por completo, como ocurrió en tiempos con Oriente Medio, antaño la tierra de cultivo más fértil del mundo y ahora un desierto:

    • Contaminación por nitrógeno y fósforo magnesio en ríos, lagos y aguas subterráneas.
    • Erosión del terreno.
    • Agotamiento de minerales del suelo.
    • Salinización del suelo en zonas secas.
    • Contaminación por residuos de pesticidas del suelo, agua y aire.
    • Causas de los desequilibrios en la biota por el uso indiscriminado de pesticidas.
    • Competencia entre los agrocombustibles y la alimentación.

Muchos de estos problemas van agotando y desertizando el suelo, obligando a abandonar unos terrenos para arar otros nuevos que, a su vez, se agotan, creando un círculo vicioso que va destruyendo el entorno. Un ejemplo claro es la progresiva deforestación de la selva del Amazonas.

Sin cultivo, España sería una prolongación del desierto del Sáhara.

Esta foto esta tomado en el mismo termino de Oliva (Valencia). No hemos ido muy lejos para tomarla, incluso miles por desgracia.

Foto de paisaje semidesértico en Oliva
Paisaje semidesértico en Oliva

Suena algo irreal, abstracto y lejano, pero está más cerca de lo que creemos y nos afecta mucho más de lo que podemos llegar a pensar. Con estos calores, anticipo de un duro verano, no está de más pensar en los peligros del avance imparable de un desierto, el Sahara, que debido al cambio climático, los incendios forestales y la sustitución del paisaje agrario por especulativas macrourbanizaciones ha invadido el Mediterráneo.

El Sahara, el mayor desierto cálido del mundo hace 5.000 años no existía en la extensión que ahora lo conocemos. Muchos de los lugares hoy resecos eran espacios verdes y agradables donde abundaba el agua. Desde su formación hace 2,5 millones de años no ha hecho más que crecer, cada vez más rápido y más voraz. En los últimos 50 años ha consumido una superficie equivalente a dos veces la de España, un país que sufre como pocos los efectos devastadores de su llegada. Tan sólo debido a la erosión, el 42% del territorio español pierde más de 12 toneladas de suelo fértil por hectárea y año, y otro 12% más hasta 50 toneladas. Para el conjunto del Estado se calcula una pérdida total anual de suelo de 1.156 millones de toneladas, 60 millones de camiones bien cargados cada año.

Si no cuidamos nuestro entorno se va a terminar finalmente por un incendio de matorrales, pero es solamente lo que nos queda.

La diferencia entre desertización y desertificación somos nosotros. La primera se debe a causas naturales imposibles de evitar, pero la segunda es toda culpa nuestra. Sin árboles, sin cultivos, sin pastos, sin agua, millones de personas de todo el planeta han pasado a convertirse en sedientos y hambrientos refugiados climáticos. Huyen del desierto como antes huían de las guerras. Y una vez asentado tiene mal arreglo lograr su retirada.

El desierto se come España

España es un país en riesgo de desertificación. El Ministerio de Medio Ambiente (MMA)  público en 2008 un mapa con las zonas de mayor riesgo de sufrir desertización, y la conclusión es que casi tres cuartas partes del territorio presentan algún grado de amenaza por el avance de la aridez. El cambio de un paisaje verde a otro seco podría ocurrir en el 74,05% de la superficie española. Hoy por día la desertificación ha crecido lentamente, sin parar.

En España, ya tenemos desiertos  localizados:

    • Bardenas Reales
    • Los Moregro
    • El Parque natural del Cabo de Gata-Níjar
    • El Desierto de Tabemas

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